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Agustín Castellón Campos "Sabicas".

Pioneros.


Leyenda infantil, magisterio y guitarra de Sabicas


- Nació en la calle Mañueta y sus padres, "ambulantes", naturales de Zaragoza y Madrid, vivían, con los abuelos, en Bilbao



N O sé por qué el Ayuntamiento de Pamplona ha rendido un homenaje a Sabicas ahora, sin anclaje biográfico alguno, y no en otra época y circunstancias. He repasado las informaciones y no he hallado explicación a este recuerdo municipal. No me refiero a los méritos de ese guitarrista crucial, ya indudables hace muchas décadas, cuando aquí casi nadie se acordaba de él, sino al porqué de esta iniciativa, tardía y accidental.

Tal vez se deba a que los socialistas pidieron actividades culturales veraniegas que dieran luz y sonido a la Ciudadela. Sea de ello lo que sea, los discursos han reiterado tópicos y vaguedades insuficientes. El artista era mucho más que un gitano al que de churumbel le gustaban las habicas.

Según su DNI, Agustín Castellón Campos nació en Zaragoza en 1907. Pero Agustín Castellón Campos tenía que saber a ciencia cierta que vio la luz en Pamplona, en la calle Mañueta, número 7, tercer piso, a las tres de la mañana del 18 de marzo de 1912, según el registro municipal, del día 16, si preferimos la partida bautismal, que nos proporciona los detalles siguientes. Sus raíces no eran pamplonesas ni navarras. El padre, Agustín Castellón Gabarri, era de Zaragoza, y la madre, Rafaela Campos Bermúdez, de Madrid. Fue cristianado dos semanas después, el 30, en la parroquia de San Juan Bautista, hoy extinta y anexionada a San Agustín. Como se sabe, la de San Juan Bautista radicaba en la catedral, donde aún puede verse la pila bautismal. Apadrinó al niño Leandro Jiménez, natural de Fitero y vecino de Pamplona. La partida declara que los padres eran "ambulantes" y los abuelos paternos, así como la madre, residían en Bilbao. Los maternos habían fallecido.

Efectivamente, los Castellón-Campos no aparecen domiciliados en Mañueta número 7, ni ese año ni nunca. En 1912, según el Libro parroquial de Matrícula, ocupaban el primer piso del inmueble Pedro García, Saturnina Ezponda y Emilio García, que en registros sucesivos es Eusebio. Se llamaba así. En el segundo vivían Encarnación Aquerreta, Eulogia Armendáriz y Cruz y Antonio Escolá. Y en el tercero, Petra Aristu, con José, Juan y Emilia Lacabe. En años sucesivos, habitaron la tercera planta otras familias. De 1916 a 1920, Prudencio Pérez Iparrondo y los Garvala: Eustasio, Saturnino, Silverio y Fermín. Sólo una anotación de 1916 permite imaginar que los Castellón seguían en la casa. Dice, por mano diferente y entre paréntesis: "En el entresuelo viven un ambulante que no cumple". Cumplir, como enseñaba el Astete, era comulgar en el período de la Pascua de Resurrección o Pasua Florida.

Pamplona no resultaba desconocida para la familia. Encontramos algunos Castellón en el último tercio del siglo anterior y el 16 de julio de 1925 hubo una ruidosa reyerta en la calle Jarauta, secuela del encontronazo protagonizado el día anterior por dos familias, los Escudero y los Castejón/Castellón. En los registros aparecen de una u otra forma. Matías Castellón Gabarri recibió un balazo en la cabeza y dos golpes de machete en el abdomen, de carácter grave. Tanto, que murió poco después en el hospital, de "herida penetrante en el vientre", dice la partida. Natural de Valladolid y soltero, contaba 32 años. Le dieron tierra en el cuadro tercero del cementerio viejo, en fosa que luego rodearon de verja y cuyo uso se prorrogó hasta 1945. En el entierro la familia pagó carruaje mortuorio de primera clase.

Guitarra chica de seis cuerdas

Agustín Castellón, "Niño Sabicas", un prodigio "que así creo que debieron llamarle desde sus primeras manifestaciones artísticas, es un caso único en el dificilísimo arte de la guitarra", escribía en 1935 Fernando el de Triana en las primeras líneas dedicadas al pamplonés en su libro "Arte y artistas flamencos", que consolida la leyenda: "a la edad de cinco años concebía la idea del penoso aprendizaje, siendo aún más raro que esto ocurriera en Pamplona, su ciudad natal, donde por desgracia para Sabicas no había ningún profesor de flamenco que pudiera enseñarle los primeros compases de ese toque, que era el que a él más le agradaba, por lo que escuchaba en las máquinas cantadoras".

Triana recoge que en la casa frente a la de nuestro personaje había alguien que tocaba a la guitarra durante horas lo mismo, pieza que el niño Castellón se sabía de memoria. "¡Si yo tuviera una guitarra, yo tocaría todo eso y más!". Y sucedió que un día el pequeño iba con sus padres a un café céntrico "y al cruzar frente a un almacén de música, entre otros instrumentos que había en el escaparate, vio el muchacho una guitarra pequeña, pero con seis órdenes, como las grandes; marcaba el precio de 17 pesetas". Era mucho dinero, pero la criatura se emperró en que "no se separaría de aquel sitio mientras no le compraran la guitarra, prometiendo a la vez que no era para jugar y sí para aprender muchas cosas que él sabía de memoria". Se la compraron y cuando los padres llegaron a casa el niño "le arrancaba a la guitarra algunos sonidos que guardaban relación con una música popular: la "Banderita española". Aprendió solo a afinar a guitarra".

Debutó a los siete años. Triana cuenta que fue en un festival con motivo de la jura de la bandera, en el que acompañó a un capitán que, "según decían, cantaba muy bien por flamenco". Los Castellón temían que al niño le pudieran los nervios, pero cumplió perfectamente su cometido "y fue muy felicitado por todos los concurrentes, que quedaron encantados".

Dio el salto a Madrid y a los diez años se presentó en el teatro El Dorado como concertista. "Todos conocemos -concluía Triana- el brillante curso de su carrera artística hasta hoy, que cuenta veintidós años de edad y ocupa un elevadísimo puesto entre los guitarristas de primera categoría". La fotografía del Niño Sabicas le califica de "excelente ejecutor y legítima esperanza del arte de la sonanta". Sonanta, en flamenco, es guitarra.

Referencias y magisterio lejano

El tiempo confirmó tal esperanza. Sabicas es cabeza de una escuela, el sabiquismo, y de una manera, sabiquera. Pero como sucede siempre con los gandes artistas, pese a la leyenda, sería grueso error pensar que aquel niño no necesitó maestros, referencias y esfuerzo. Partió de los patrones de su tío Ramón Montoya Salazar (1879-1949) -"veterano y sublime artista", "¡qué mal recompensada fue tan magna obra!", acota Triana- y de los juegos rítmicos de Manolo el de Huelva, (Manuel Gómez Vélez, 1892-1972), amigo del mañuetero, y "construye la guitarra más profunda, avanzada y virtuosa hasta entonces conocida" -dicen José Manuel Gamboa y Faustino Núñez, "Flamenco de la A a la Z (Espasa, 2007)- en la posguerra y al otro lado del charco, a donde emigró al estallar la guerra civil. Aquí quedó Niño Ricardo (Manuel Serrapi Sánchez, 1904-1972), figura ineludible. Pocos saben que de Niño Ricardo es la melodía de "El emigrante" a la que puso letra y voz Juanito Valderrama.

La influencia de Sabicas llegó por el disco. Cómo no recordar aquellos cuatro Hispavox de 17 cm y 45 r.p.m, cada uno con poco más de diez minutos de música, flamenco puro o virtuoso, que pudimos conocer hace ahora medio siglo: las alegrías de "Campiña andaluza", la soleá por bulerías de "Ecos jerezanos", la taranta de "Ecos de la mina", las seguidillas de "Duelo de campanas", la malagueña de "Brisas de la Caleta", las bulerías de "Aires de Triana". Y luego, en 1961-1962, los dos long-play, de Montilla, el segundo, "Guitarra flamenca", compartido con Carlos Montoya, Justo de Badajoz y Mario Escudero.

Guitarra "estratosféricamente virtuosa, que conformará el puente natural entre el montoyismo y el lucianismo" de Paco de Lucía. Sin duda, el mejor resumen que cabe hacer de Sabicas es que desde hace medio siglo ninguno de los grandes ha escapado de su larga sombra.

Tumba y guitarra

Sabicas murió en Nueva York el sábado 14 de abril de 1990. El 19 se celebró el funeral. Y el viernes, 20, el cadáver llegó a Barajas, donde lo recibió Román Felones, consejero navarro de Educación y Cultura, a las 7 y cuarto de la mañana. Felones -que había viajado a Reno, Nevada, para asistir a la inauguración de un monumento al pastor vasco- y Carlos Artundo, titular de Salud y conocido aficionado al flamenco, habían visitado al artista en Nueva York el verano anterior. Sabicas les atendió en el portal de su casa y la conversación fue muy animada, según contaron los consejeros. El Gobierno foral asumió los gastos del traslado fúnebre, que incluyó los pasajes de Esperanza González, esposa del guitarrista - de la que estaba separado- y su hijo Agustín. El matrimonio tuvo también una hija, Margarita.

El féretro estaba en Pamplona a mediodía. Felones atendió e invitó a comer a los familiares del difunto, mientras el cadáver descansó en el tanatorio y en el camposanto comprobaban que la caja americana de madera -con la metálica dentro, obligatoria en estos traslados- cabía en el nicho. Estas primeras horas del cuerpo de Sabicas en Pamplona no trascendieron al público.

Los restos llegaron al zaguán de la Casa Consistorial a las cinco y media de la tarde. La plaza estaba llena de público y en el Ayuntamiento el alcalde, Javier Chourraut, encabezaba el grupo de ediles. Poco después, en el mismo furgón fúnebre, el cuerpo fue trasladado a San Cernin, donde ofició las exequias el párroco, José Anonio Busto. Cinco calés Ángel e Israel Jiménez, Ángel Nicolás Jiménez, Diego Hernández Jiménez y Juan Antonio Jiménez Amador- quisieron portar el ataúd dentro de la parroquia. A la viuda le pareció bien.

Después, el cadáver ocupó el nicho número 163 del grupo G 50, a la izquierda de la puerta del río. Durante el entierro sonó "Duelo de Campanas", interpretado por Sabicas, cuya voluntad era descansar en la ciudad que le vio nacer. El guitarrista, según diversos testimonios, siempre se sintió pamplonés.

Entonces se dijo y publicó que la familia donaría a la ciudad la guitarra del artista. Que se sepa, la ciudad no la ha recibido.

algunos you tubes:
Por Chus Martínez.

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