Sin duda uno de los
eventos del año "musicalmente hablando" en nuestro país
es el paso de la legendaria banda australiana AC/DC, tanto por
Barcelona como por Madrid, durante el trascurso de su gira Rock Or
Bust World Tour.
Desde el mismo momento en el que salieron las entradas a la venta con su correspondiente cartel de agotado a las pocas horas, hasta la llegada de las horas previas, en donde la ciudad condal se convirtió en un hervidero de personas que mostraban con cierto orgullo referencias de algún tipo sobre la banda, las expectativas respecto al show alcanzaron unas dimensiones tan o más grandes que toda la infraestructura que los acompaña de ciudad en ciudad.
El foco mediático estaba puesto sobre Angus y los suyos y los motivos no podían ser más variados. Por un lado era evidente que el evento despertaba un torrente de ilusiones tanto entre los novatos como en los más veteranos; España es territorio AC/DC, de manera que los australianos iban a tener que dar el 100% para satisfacer a un público entregado desde el minuto cero. Por otro lado, era imposible no pensar que ,a veces, cuarenta años si son algo. Con el grupo en un momento delicado (enfermedad de Malcolm Young, problemas legales de Phil Rudd) y con un nuevo disco bastante intrascentente, Brian y Angus deberían confirmar que la letra del tango no es solo un dicho, sino también un hecho.
Desde el mismo momento en el que salieron las entradas a la venta con su correspondiente cartel de agotado a las pocas horas, hasta la llegada de las horas previas, en donde la ciudad condal se convirtió en un hervidero de personas que mostraban con cierto orgullo referencias de algún tipo sobre la banda, las expectativas respecto al show alcanzaron unas dimensiones tan o más grandes que toda la infraestructura que los acompaña de ciudad en ciudad.
El foco mediático estaba puesto sobre Angus y los suyos y los motivos no podían ser más variados. Por un lado era evidente que el evento despertaba un torrente de ilusiones tanto entre los novatos como en los más veteranos; España es territorio AC/DC, de manera que los australianos iban a tener que dar el 100% para satisfacer a un público entregado desde el minuto cero. Por otro lado, era imposible no pensar que ,a veces, cuarenta años si son algo. Con el grupo en un momento delicado (enfermedad de Malcolm Young, problemas legales de Phil Rudd) y con un nuevo disco bastante intrascentente, Brian y Angus deberían confirmar que la letra del tango no es solo un dicho, sino también un hecho.
Con la sonrisa del fan y
el hormigueo en el estómago del novato se nos abrieron las puertas
del Olímpico de Montjuic para ver por primera vez la que sería
"autopista hacia el infierno" para todos los que en ese
momento estaban buscando una posición estratégica desde donde no
perder detalle.
Tal y como se esperaba
nos encontrábamos ante un montaje faraónico con amplificadores por
doquier dispuestos a martillear nuestros oídos a base de potencia y
riffs. Entre el público había de todo, mucha gente joven, los
veteranos que fichan con cada gira, familias en las que se mezclaban
los conceptos anteriores, y es que un concierto de tal magnitud no
conoce de brechas generacionales.
Sobre las 20:45, en pleno
atardecer, comenzó a cobrar protagonismo la música. Los Vintage
Trouble empezaban a coger el testigo del sol que poco a poco iba
desapareciendo para caldear al público. Los americanos, a priori, no
estaban en el ambiente más adecuado para triunfar con su mezcla
blues-rock-soul, aunque, después de verlos en acción el año pasado
en Santiago, era difícil pensar que debajo de las chaquetas de cuero
y los chalecos vaqueros que proliferaban entre el respetable no se
fuesen a despertat pequeños "James Brown" con ganas de
mover el cuerpo. Bajo el mando del eléctrico Ty Taylor, la banda se
merendó el escenario y consiguieron atraer al público que poco a
poco abarrotaba el recinto.
Los Trouble dieron guerra
durante cuarenta minutos en los cuales sonaron temas como "Blues
hand me down", "Total
strangers" o "Run
like the river" (dejando
las baladas de su repertorio para otro día) mientras Taylor se
recorría el escenario de un lado a otro, giraba sobre si mismo sin
parar o mismo se bajaba a cantar entre las primeras filas del
público, todo esto sin que su traje beige se descolocara un solo
milímetro de su posición inicial.
La
sensación final fue muy buena, los Vintage Trouble son una de esas
bandas que tienen olor a éxito y que llenan el escenario de carisma.
Triunfaron, pero no sin esfuerzo, evidenciándose a través del sudor
que dejaron en el escenario y la dedicación que le ofrecieron al
público.
Media
hora era lo que separaba el silencio que volvía a apoderarse de los
probables cientos, quizás miles, de altavoces que había en el
recinto de esa máquina de guerra cargada de alto voltaje y dinamita
que son los AC/DC. Visitas rápidas al baño, sonrisas nerviosas y
primeros apelotonamientos de gente que apuraba los últimos minutos
para conseguir algunos centímetros o metros de cercanía con sus
ídolos.
Era
ya noche cerrada y el Olímpico estaba a rebosar. Un mar de cabezas
que oscilaba entre las 50000 y las 60000 mil personas brillaba con
múltiples luces rojas parpadeantes de los cuernos que se vendían y
los flashes de las cámaras y móviles; hasta una brillante luna
parecía no querer perderse el evento y poco a poco se fue
posicionando sobre el escenario. Solo faltaba que el concierto diera
el pistoletazo de salida y cada minuto de demora despertaba más
incertidumbre, entre un público que era incapaz de ocultar sus
emociones e inquietud.
De
repente se iluminaron las pantallas que acompañaban al escenario
mostrando una nave espacial para contarnos una nueva versión de lo
sucedido con el Apolo XI. Aparecía en la pantalla un meteorito con
AC/DC grabado a fuego mientras el estadio explotaba en un vitoreo por
lo que estaba a punto de comenzar. El aerolito tomaba rumbo a la
tierra mientras se encontraba por el camino con la iconografía de
diferentes épocas del grupo (Rosie, el tren, la campana...). El
impacto en la ciudad condal era inminente y comenzó la cuenta atrás.
La colisión trajo consigo fuegos artificiales y espectaculares
llamaradas alrededor del escenario mientras empezaron a sonar los
primeros acordes del "Rock or Bust",
que nunca sonaron tan bien como en ese momento. Apareció Angus Young
con un impoluto traje colegial de color rojo, Brian Johnson con su atuendo
típico cantando y saludando a las primeras filas, en el centro del
escenario en la zona trasera guardando las espaldas de los dos
principales protagonistas: Steve Young a la guitarra, Chris Slade a
la batería y Cliff Williams al bajo. Tras el primer tema quedó
clara una premisa, "In rock we trust".
El
primer gran momento de la noche llegó con la segunda canción. El
grupo levantó al público al unísonos con "Shoot To
Thrill", un tema en el que
pudimos ver como Angus se recorría el escenario de un lado a otro
con su guitarra sin tomarse un respiro, lo sorprendente es que
repetiría esto canción tras canción. El resultado final fue muy
bueno, a pesar de que a Brian le costó encender la voz y para nada
sonó impecable.
Seguidamente,
la banda recuperó una pista de sus primeros discos, "Hell
Ain´t A Bad Place To Be",
una canción que sonó jodidamente bien. ¡Qué groove!¡qué
potencia!¡qué maravilla! y eso que era de las menos esperadas para
un servidor, por lo que me sentí gratamente sorprendido. La
iluminación puso el escenario rojo y Angus se llevaba por primera
vez los cuernos a la cabeza con la consiguiente histeria colectiva.
Tras un brevísimo
descanso de 5 a 10 segundos (ritual que se repitió a lo largo del
show) el escenario tornó a blanco y negro y comenzó "Back
In Black". El clásico sonó
atemporal y muy efectivo aumentando un nivel más la locura
generalizada que reinaba entre la pista y el graderío. "Play
Ball" fue un momento de
respiro para el público; no levantó pasiones pero demostró que es
un tema hecho y pensado para sonar potente en un estadio.
El
concierto continuó con "Dirty Deeds Done Dirt Cheap",
¡que sonido tan impresionante logra ese riff en directo! ¡que
maquina de liberar tensión tiene en el estribillo! Brian nos dejó
una buena actuación y nos permitió escuchar a Angus cantar un
fraseo, ¡toda una sorpresa!.
Otro
de los puntos candentes fue la mítica "Thunderstruck"
,que acompañada de descargas eléctricas en las pantallas, provocó
un multitudinario coro que rugía "thunder". A estas
alturas el cantante ya alcanzaba al nivel vocal óptimo y clavando su
rodilla en el suelo hizo que la canción sonara simplemente
espectacular. Seguidamente "High Voltage"
le dio un toque juguetón al concierto. Angus Young ya se había
hecho con el protagonismo absoluto y provocó que nos olvidáramos de
lo raro que suenan a veces estos temas sin el malogrado Bon Scott. La
llegada de "Rock ´N´ Train"
rebajó los ánimos a pesar de sonar como un ferrocarril con sus
calderas funcionando a pleno rendimiento.
"Hells
Bells" marcó la llegada
del momento más solemne del show. Un tema lleno de intensidad y
recuerdos que sirvió para rememorar y rendir homenaje a los que
faltaban en el escenario mientras veíamos como se balanceaba la
inmensa campana que apareció sobre la cabeza de los australianos.
"Baptism By Fire"
pasó sin pena ni gloria en lo que fue la última referencia de su
último disco y una manera de reconocer que el nuevo material no
estaba a la altura de su repertorio habitual y que en opinión de
este "humilde" cronista creo que se agradeció.
El
público se convirtió en el protagonista a lo largo de los tres
minutos y medio que duró la canción "You Shook Me
All Night Long". Las
inmensas pantallas del escenario combinaron imágenes del respetable
con la letra del estribillo creando un clima de festividad y
reconocimiento a todos los que estábamos compartiendo ese momento
tan mágico en uno de los epicentros musicales del planeta. Una de
las sorpresas de esta gira fue la inclusión de "Sin
City" en su repertorio
puesto que no sonaba desde el tour "The razon edge".
La canción fue una excusa perfecta para vivir la enésima exhibición
de Angus a las seis cuerdas dejándonos sin palabras para describir
la tremenda demostración del menudo guitarrista. Lo mismo se podría
decir de "Shoot Down In Flames"
y "Have A Drink On Me"
(que llevaba casi 30 años sin ser tocada en directo) pues pasaron
como buenos temas que sirvieron para preparar la locura que iba a ser
el trecho final del concierto.
Lo
que se acercaba eran tres trallazos seguidos de la primera etapa de
AC/DC, tres odas a la guitarra: "T.N.T.",
"Whola Lotta Roise"
y "Let There Be Rock";
tres temas a los que la escenografía también acompañó para
aumentar la espectacularidad. Pudimos ver múltiples explosiones en
las pantallas mientras todo el mundo acompañando a Angus al unísono
coreaban "oi, oi, oi" durante la primera, a la voluptuosa
protagonista del segundo tema sobre la cabeza de los miembros del
grupo y una magnífica representación en las pantallas de la
iconografía de la banda en el tercer tema con un momento realmente
emocionante: la aparición de un Bon Scott de bronce. Además el
señor Young nos tenía preparada una sorpresa final y decidió
alargar la última pieza con un solo de guitarra que duró ¿10? ¿11?
¿12?¿Tal vez 15 minutos?; tiempo durante el que creó un auténtico
delirio grupal mientras veíamos como Angus recorría cada centímetro
de escenario, se elevaba al cielo sobre una pasarela y se subía
sobre las filas de amplificadores, ¡una deliciosa locura!.
Tras
esto la banda se marchó y se tomó unos minutos de descanso dejando
que el público se encendiese el cigarrito de después: la recta
final se acercaba y solo quedaban dos canciones para los bises. Del
escenario comenzó a brotar fuego por encima de las líneas de
amplificadores y se abrió una pequeña compuerta en el medio del
escenario de donde salía humo iluminado con llamas como si conectara
con las profundidades del mismísimo averno. De ahí salió un Angus
Young cornudo y descamisado que comenzó a tocar "Highway
To Hell", una de esas
canciones que no necesita palabras ni descripción, pues es un himno.
Para finalizar, el ya clásico "For Those About To
Rock (We Salute You)"
acompañado del bombardeo de 12 cañones y fuegos de artificio que
sirvió para cerrar el show con un: "we salute you Barcelona"
de Brian Johnson.
Con
el final del concierto quedó el regusto de haber vivido algo mágico,
casi dos horas de leyenda, de potencia sin freno y de exhibición más
allá de edades. El concierto fue una demostración de excelencia y
brillantez por parte de los australianos que saben atacar al paso del
tiempo con experiencia y voltaje. A este ritmo, nos queda AC/DC para
rato.
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