La Sala Clamores es un escenario que rezuma a viejo por los cuatro costados. A clásico, si lo preferís. Suena más elegante, claro. Los sillones de terciopelo rojo, el amueblado sesentero, el personal anticuado y desfasado, pizarras rellenadas rudimentariamente con tiza o el salón del piso superior, separado del inferior emplazamiento de la sala de conciertos propiamente dicha, ayudan a transmitir esta sensación de clasicismo, de veteranía. Seguramente los padres de muchos de los allí presentes el pasado sábado incluso pisaron el sitio antes que su prole, cuando reinaban los saxos y las trompetas en lo que era un local dedicado enteramente al jazz. Ese día cogíamos el testigo una nueva generación atraída más bien por guitarras y estribillos ruidosos y rápidos. No obstante, lo que íbamos a ver poco tenía de nuevo. Los chicos de Mujeres, si bien son como mucho nacidos en los 80, hacen música puramente inspirada en épocas pasadas de glorioso y furioso Rythm and Blues, Rock and Roll, Garage o Surf-Rock. No en vano ellos mismos se definen como "4 tipos con instrumentos que hacen música vieja con zapatos nuevos" en su página de Bandcamp. Por esto, no podrían haber elegido mejor emplazamiento para su último concierto en Madrid antes de que publiquen un nuevo LP, que espero con ansiosa impaciencia desde la noche que pasé con ellos.
Si bien abrieron la velada los oscenses The Bards, por razones que escapan totalmente de mi alcance me perdí su show. Una pena, me comentaron a la entrada que estuvieron realmente bien y no perderé la próxima oportunidad de verles. Para cuando entré a la sala y, tras identificarme, me puse en situación, estaban ya tocando alegremente las chicas de Deers. El fondo me era de sobra conocido; chicas de Madrid con un ascenso meteórico, puro hype. Salen en la NME, telonean a The Libertines... Y les salen fans de debajo de las piedras. Son guapas, también. Su apariencia es continuista de la de los muchos grupos femeninos que están ahora arrasando con todo (hola Dum Dum Girls, hola HAIM, hola Warpaint) si bien su fórmula musical difiere para acercarse más a un garage-pop simple y sin truco que toma como referencias a los últimamente también exitosos Mac deMarco, Alvvays o los propios Libertines. Esta forma, lo admito, me era casi totalmente desconocida. Tres temas publicados y ni siquiera los había escuchado por puro desinterés. A veces es un error menospreciar el hype, claro. Que menos que haberle echado unas escuchas con tales referencias tan cercanas a mis géneros habituales, ¿eh? Tienen esas guitarras sucias, esa carencia de arreglos tan atrevida y despreocupada que tanto me gusta. Y lo llevan a cabo con una tímida gracia encantadora que las aleja de mi estereotipo preformado de chicas no merecedoras de su desproporcionado éxito para llevarlas a uno de "aún no nos creemos que esto esté pasando". Y ojo que esto puede decirse con palabras pero es más complicado demostrarlo en el escenario. Y para colmo, lo hacen involuntariamente; hablando en bajito sin que apenas se oigan sus agradecimientos. Sin duda, sinceras.
Desde Siberia estamos currando en traeros buenas fotos. Mientras tanto preferimos no pasear las vergüenzas. |
Definitivamente, estas chicas no se parecen en nada a HAIM. Su show, no el mejor técnicamente ni el más inspirado en lo carismático, sí supo arrancar a pesar de esto numerosos aplausos y más de un piropo salido de tono. Su encanto reside sobre todo en los sencillos riffs, sucios, ramplones. Y los coros. Cuando sumaban las tres voces llegaban sin duda al notable en este aspecto, y fueron los aulliditos (uh, uhhhh uuuuhhh uhhhh uhuhhh uhhh) los que les auparon por un directo que no atravesó ninguna parte de bajón hasta una final y triunfante Trippy Gum, menos "acústica" que la versión de estudio, que sintetizó finalmente todas las virtudes que acabo de enumerar y les concedió un merecido descanso que usaron para beber cerveza y fumar cigarrillos en la entrada de la sala, como todo buen hijo de vecino.
A continuación pasaron a escena los reyes indiscutibles de la noche. Se fueron las chicas y entraron las Mujeres. Eran el motivo principal de la asistencia de la mayoría de los adeptos que allí nos confinábamos custodiando cuidadosamente las primeras filas. Yo nos lo había visto aún, y las ganas no eran pocas. Esta vez sí conocía fondo y forma. Fondo: cuatro chicos de Barcelona usando dos guitarras, un bajo y una batería. Forma: ruido, sudor, amasijos de carne humana y pogos; muchos pogos. Entrando en materia musical, Mujeres, como ya he dicho, hacen música vieja. Música que podría haberse escuchado allá por los 60 cuando el Rock no era más que un bebé que agitaba sus deditos al ritmo de los Rolling, Beach Boys o el bueno de Chuck Berry. Tal vez su apariencia hubiera estado fuera de lugar, claro, visten zapatos nuevos. Desde el comienzo se enzarzaron en una particular lucha contra las leyes de la rapidez manual atacando con esa animal Blood Meridian que propició los primeros pogos. Era posible chocar violentamente contra el resto de la gente mientras se ayudaba a la banda con los coros: Ooooooohhhhh, Ahhhhhhhh.... Pronto, todo el mundo estaba sudando y se hallaba posicionado estratégicamente: o haces pogos, o no haces pogos. Aunque muchas veces incluso la segunda opción sea la más complicada. El concierto se convirtió en una incesante batalla que se veía sin descanso dado la ausencia de tregua alguna por parte de los principales guerreros. Mujeres no bajaron el ritmo en ningún momento y los temas sonaban a cada cual más furioso, a cada cual más Salvaje. Tal vez su mayor hit fue el que desató la más corta locura. Salvaje es como una bomba que cae de repente en un vecindario del pueblo más tranquilo del planeta. Se sucedieron los incidente; gente que se cae, tercios que se rompen sin quererlo, pero todo en el más absoluto respeto entre los contendientes, nadie dudó en mantener en todo momento la entereza del resto.
A la porra. Mujeres como los vi, muy borrosos. |
Llegó un momento en el que incluso me sorprendí de estar más pendiente del público que de la propia banda. La bluesera I Walked the Line demostró sin duda que no todo es furia y velocidad para esta gente. Todo un ejercicio de buen hacer cuando los sudores superaban ya lo esperado e incluso el guitarrista se había descamisado. "¡Más rápido!" se oía entre canción y canción. Y Pol, el simpático bajista, se reía, claro. "Hay que entender que hay un límite", espetaba sonriente. Es el típico tío que, no sabes por qué (o sí, por sus maliciosos artículos en la revista Vice), te cae bien. Lleva esas pintas de nerd y esa actitud tan de estar concentrado y a la vez disfrutando como nadie, que es imposible no quererle. Y más si se para a hablar contigo antes del bolo, hostia. Cuando aprovecha para colocarse bien las gafas de pasta arrastrándolas con la punta del micro, en medio de una Amusement en la que milagrosamente cesan los pogos, no puedo evitar reírme y alguien me mira raro. Este es un poco el espíritu Mujeres. No mirar raro a nadie y reír y botar constantemente. Aprovechan para recordar que están presentando su último EP, Aquellos Ojos, de tan solo cuatro canciones totalmente en castellano, y alguien les pide eufórico que "toquen alguno del EP". Responden con gracia tocándolo entero, y el tema que da nombre al trabajo resulta ser el más grande de toda la noche. Hacia el final se hace difícil no corear eso de "¡Aaaaaaaa-queeeeeeeee-lloooooooos ojos turbios!" y la sala está definitivamente a muerte con el grupo. Otra que lo revienta es Sueña, y me quedo ya sin más palabras para hablar de lo que sucedió posteriormente.
Una locura, un torbellino, una apisonadora que pasó por encima de todo y de todos. Una frase marcada en mi cabeza: música vieja con zapatos nuevos. Unos arañazos en los brazos que me manchan ligeramente de sangre. Un dolor en la rodilla que no cesa. Un ritmo frenético de batería perforándome mi bulbo raquídeo. Una meada en la calle y un deseo: escuchar un nuevo álbum y que se pasen pronto por Madrid de nuevo.
Alv.
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